Hace
unos días leía un articulo en el diario El País que hablaba sobre la adicción a
la comida basura, ya que según un periodista llamado Michael Moss, parece que
la
comida procesada que media humanidad engulle a diario, incluye ingredientes que
la industria inyecta en sus productos para hacerlos más atractivos.
Aquí
os dejo lo mas interesante de lo que se
publicaba:
El asunto es alarmante porque describe a los
consumidores compulsivos de esta comida como adictos, y señala a la industria
alimentaria como la responsable del alud de obesos, infartados, diabéticos e
hipertensos que asola estados Unidos y parte del mundo.
Moss es un periodista de casta, fue Premio
Pulitzer en 2010, y ha invertido cuatro
años en una investigación apasionante para descubrir la cara más tenebrosa de
la industria de la alimentación. “Escribir este libro ha sido como estar dentro
de una historia de detectives, pero no he sufrido represalias o amenazas de la
industria. El libro está basado en testimonios documentados y datos
fehacientes, no había forma de rebatirlo. De hecho, las multinacionales ya
están trabajando para cambiar sus dinámicas a resultas de lo que expongo en
él”.
Con gran cantidad de datos y declaraciones, el
periodista explica cómo los titanes de la industria alimentaria, guiados por
sus aparatosas y carísimas divisiones científicas, manipulan sus alimentos no
solo para que resulten apetecibles, sino para que los consumidores queramos más
y más.
Crean adictos en cadena, merced una trinidad
devastadora de sustancias que enloquece al cerebro. Azúcar, grasa y sal.
“Muchos expertos coinciden en señalar que la
principal causa de la epidemia de obesidad en Estados Unidos es que el país
tiene dependencia cada vez mayor de la comida procesada, lo que conlleva
problemas de salud y gastos. La venta de estas comidas procesadas tan americanas
fuera de Estados Unidos está haciendo que el problema se extienda por todo el
planeta”. El asunto es tan grave, de hecho, que incluso en China, un país que
parecía ajeno a los lípidos, se está disparando la tasa de obesidad a velocidad
de crucero.
Las multinacionales de comida procesada se
escudan en el liberalismo más descarnado para sacudirse las pulgas –resumiendo,
"cada uno es responsable de lo que come"–, pero recurren siempre al
azúcar, la grasa y la sal para hacer sus productos irresistiblemente
apetitosos, sabedoras de la adicción que generarán entre sus entusiastas y del
daño que infligirán a su salud.
“Tienen
unos departamentos científicos y de marketing tan extraordinarios que incluso
la persona con la voluntad más férrea no podrá evitar la tentación de comer
montones de su comida basura”. Están en todas las estanterías. Salsas, zumos,
snacks, galletas, embutidos, quesos… Un porcentaje elevadísimo de los alimentos
procesados que compramos en el súper, incluso productos que nunca habríamos
dicho que podrían llevarlos, está impregnado de estos elementos a los que tanto
nos cuesta decir que no.
“Hay que distinguir el uso que nosotros
hacemos de la grasa, el azúcar y la sal para cocinar del uso que hace la
industria. Ellos necesitan utilizar cantidades enormes no solo por el sabor,
sino por incontables razones técnicas que permitirán que el producto pueda
permanecer meses en el supermercado sin estropearse.”
Casi toda la comida procesada que compramos
en el hipermercado contiene azúcar. Lo enmascaran, lo diluyen, buscan nuevas
encarnaciones para que este peligroso maná pase desapercibido incluso en
productos que no deberían ser dulces.
La grasa es un opiáceo gastronómico que
ataca directamente el nervio trigémino y empapa pizzas congeladas, barritas de
chocolate, comida precocinada; nos atrae como la miel a las moscas y a
diferencia del azúcar, no parecemos tener límite cuando se trata de engullirla.
La sal, por su parte, es un corrector milagroso, intensifica el sabor y hace
que los snacks, patatas y galletas procesadas no sepan a suela de alpargata.
Nos la meten a paladas en todos los alimentos imaginables.
¿Cómo se pueden combatir, pues, tres drogas
tan omnipresentes como el azúcar, la grasa y la sal? ¿Aplicamos la misma
legislación que al whisky y los cigarrillos? “Veo bien que el gobierno aplique
un impuesto a los refrescos, sobre todo si el dinero recogido se invierte en
programas para ayudar a la gente más afectada por el consumo de bebidas
azucaradas”, confirma el experto. “Pero los controles que tenemos para el
alcohol y el tabaco no valdrían para la comida, porque la comida es distinta.
Los causantes del mal no son los refrescos o la comida procesada per se, sino
el consumo abusivo de estos productos”.
Moss asegura que este “es un mensaje que
debería inculcarse a los niños cuando están en desarrollo de sus hábitos
alimentarios. Es vital que en las escuelas se inculque a los pequeños el hábito
de cocinar y comprar alimentos beneficiosos para su salud”. Y parece que la
industria no es ajena al creciente interés del consumidor por comer sano. Es
muy consciente de ello.
De hecho, el libro Adictos a la Comida Basura no
demoniza las multinacionales alimentarias. Las contempla como máquinas
colosales de generar dinero. Punto. Es lo que mejor hacen. Y no dejarán de
hacerlo. “Su cometido es claro: amasar miles de millones vendiendo el mayor
número de productos posible.
Se trata de una lucha desigual; la industria
siempre tendrá argumentos para desactivar las invectivas contra la comida
procesada. “Su mayor poder son los puestos de trabajo. Puede argumentar que dan
trabajo a cientos de miles de trabajadores. Incluso la administración Obama ha
sucumbido al argumento de que un cambio de dinámica en la industria alimentaria
sería un duro golpe para la economía estadounidense. Llevará mucho tiempo
construir un nuevo escenario y generar puestos de trabajo”.
“Me sorprendió comprobar que hay muchos
ejecutivos de la industria que no comen los productos de su empresa".
desvela Moss. "También los había que mostraban serios recelos acerca de su
línea de trabajo. Estos ejecutivos han intentado persuadir a sus empresas para
que cambien y hagan comida más sana, pero las multinacionales están tan
obcecadas en aplastar a sus competidores que no escuchan”.
Es una revelación de un valor incalculable
para terminar. Los que mueven los hilos de la comida procesada no tocan sus
productos ni con un puntero láser, pero nosotros seguimos cayendo. Los gastos
sanitarios siguen disparándose. El sobrepeso se reivindica como una epidemia
global. Si en este contexto perturbador Adictos a la Comida Basura hace que nos
lo pensemos dos veces antes de ponernos una patata frita en la boca, ya
podremos hablar de un enorme triunfo. Nadie dijo que desengancharse fuera
fácil.
Parece
mentira, ¿verdad?, los que trabajan en esas fabricas no se comen sus productos,
pero los venden en todas partes para ganar dinero.
Por
tanto pregúntate, si están metiendo toda esa porquería en la comida y cada vez
necesito mas, ¿no necesitaré hacer una desintoxicación?
El
asunto es serio, porque cuanto mas tiempo pases comiendo lo mismo, mas difícil te
será salirte del circulo vicioso y mas perjudicarás tu salud.
Saludos.
Luis
Perona.