Os dejo otra entrevista que apareció en prensa hace unos meses sobre la dieta mediterránea, creo que es muy interesante lo que dice uno de los mayores expertos, sacad vuestras propias conclusiones.
Es
uno de los cerebros del mayor proyecto científico sobre dieta mediterránea, sus
efectos en la salud y en la obesidad, la gran pandemia del siglo XXI.
Este
catedrático de Salud Pública de la Universidad de Navarra, y desde junio
también catedrático visitante de Harvard, es uno de los cerebros del ensayo
Predimed, el más amplio realizado hasta ahora sobre los efectos de la dieta
originaria del sur de Europa: el seguimiento de una cohorte integrada por 7.500
participantes reclutados en toda España durante una década ha demostrado que
esta reduce en un 66% los problemas circulatorios, en un 30% los infartos e
ictus y en un 68% el riesgo de cáncer de mama.
“EL
PAN BLANCO ES UNO DE LOS PRINCIPALES PROBLEMAS QUE TENEMOS EN ESPAÑA. CUANDO YA
SE TIENE SOBREPESO, ES UNA BOMBA”
Ya
es un hecho científico: la dieta mediterránea es saludable. Entonces, ¿por qué
hay tanto sobrepeso en España?
Mucha
gente dice que conoce y sigue la dieta mediterránea. Pero la realidad es que
las generaciones jóvenes han incorporado la norteamericana. Se come demasiada
carne roja y procesada. No quiero decir que tengamos que hacernos vegetarianos.
Pero la evidencia científica indica que, a medida que se aumenta el porcentaje
de proteínas vegetales sobre las animales, se reduce brutalmente la mortalidad
cardiovascular y por cáncer. La dieta mediterránea, sobre todo el consumo de
aceite de oliva virgen extra, frutos secos, frutas, verduras y legumbres, es la
mejor opción. Después, mejor comer pescado que carne y, esta, preferentemente
de ave o conejo. También conviene reducir el consumo de azúcar y sal, y llevar
una vida menos sedentaria. Usar más las escaleras y menos el ascensor.
¿Por
qué a la gente le cuesta tanto adelgazar?
Primero,
porque hay que tener mucha fuerza de voluntad para perder kilos y no volverlos
a recuperar. Pero es que, además, cierta industria alimentaria ejerce gran
presión para poner muchos alimentos a nuestra disposición a todas horas, a un
coste muy barato y en grandes cantidades. ¿Qué es lo que está más al alcance en
las estanterías de los supermercados? Alimentos ultra procesados, con gran
densidad energética porque les han metido mucha grasa, azúcar y sal, a veces en
contra de la naturaleza del producto, como pasa con el kétchup. ¿Qué tendrá que
ver la salsa de tomate con él? Y se vende y consume en cantidades industriales.
Además, las raciones grandes y baratas hinchan a la gente. Vivimos en una
cultura de sobrealimentación. Deberían hacerse más fáciles las opciones más
sanas.
El
Gobierno acaba de anunciar la creación de una tasa que penaliza el consumo de
bebidas carbonatadas. ¿Qué le parece?
Soy
partidario de que se subvencionen el aceite de oliva virgen extra, las frutas y
las verduras a base de gravar el consumo de carne roja y procesada, comida
basura y bebidas azucaradas. Así se lanza un mensaje claro de qué es sano y qué
no.
Hablaba
antes del pan. ¿Es dieta mediterránea?
Hemos
debatido mucho en torno a este tema. La conclusión a la que hemos llegado es
que el pan blanco es uno de los problemas más graves que tenemos en España. La
gran mayoría lo consume y, además, se hincha. Conviene saber que es
fundamentalmente un almidón, y nuestro cuerpo es super eficiente transformando
el almidón en azúcar. Es como tomar glucosa. Basta con poner un poco de miga en
la boca, enseguida sabe dulce.
¿Y
por qué se molesta la industria en quitar el grano entero?
Porque las harinas
refinadas aguantan mejor. Son muy útiles comercialmente, pero les quitan la
parte más nutritiva y que permite que se absorban los azúcares más lentamente.
Le estamos dando a la gente, con el pan blanco, un combustible de rápida
absorción. Y eso, especialmente cuando ya se tiene sobrepeso, cierta
resistencia a la insulina, es una bomba. Habría que consumir menos y,
preferiblemente, integral.
“ALGUNAS
EMPRESAS DE ALIMENTACIÓN HAN USADO TÁCTICAS SIMILARES A LAS QUE USÓ LA
INDUSTRIA TABACALERA”
Proliferan
ahora los libros sobre las diversas teorías de qué alimentos engordan más o
menos. Que si las grasas no son tan malas como se pensaba y el azúcar es la
razón de la epidemia de obesidad y diabetes… ¿Qué es peor, el azúcar o las
grasas?
El
azúcar es un gran problema. Se añade en grandes cantidades a los refrescos,
zumos y productos envasados. Los niños se acostumbran a esos sabores
extradulces y, claro, luego no quieren comerse una pera. Pero, por otra parte,
está demostrado que la grasa saturada tiene un efecto negativo sobre la
enfermedad cardiovascular. Tanto las grasas como el azúcar pueden ser
problemáticos.
La
industria dice que no hay que demonizar alimentos, que hay que comer de todo.
No
se ha demostrado científicamente que comer una amplia variedad de alimentos sea
mejor que restringir algunos. Pero, al productor de carne de vacuno, ¿qué le va
a interesar decir? Pues que no hay que demonizar ningún alimento. La industria
tiene muchos más recursos que las autoridades de salud pública para lanzar
estos mensajes. Ha pasado antes. Algunas empresas de alimentación han usado
tácticas similares a las que usó la industria tabacalera. Como pagar a
científicos para que dijeran que el tabaco no perjudicaba la salud tanto como
se creía. Se llegó a decir que los cánceres de pulmón incipientes producían el
deseo de fumar para calmar el dolor. También se ha empleado dinero para
desprestigiar a los epidemiólogos que trabajamos en nutrición.
¿Comparar
la industria alimentaria con la del tabaco no es un poco desproporcionado?
Hace
dos años se publicó un informe en PLoS Medicine con los documentos internos de
la industria del azúcar de los años cincuenta y sesenta. Allí se constata que
se sabía perfectamente que era la causa de la caries dental. En aquellos
documentos internos se detalla cómo pagaron a científicos para que sembraran la
duda sobre todo lo que pudiera perjudicarlos. Los expertos en marketing que
aconsejaban a las empresas azucareras fueron contratados después por las del
tabaco, que imitaron estas estrategias. Por otra parte, sí es destacable que en
los últimos años ha habido movimientos responsables dentro de la propia
industria alimentaria para retirar las grasas trans [las más dañinas] de sus
productos, usar edulcorantes que no sean calóricos y reducir el contenido de sal.
La
obesidad es ya una epidemia de alcance global. Es la gran pandemia del siglo
XXI, y va a provocar el hecho insólito de que en las sociedades desarrolladas
retrocedamos en expectativa de vida. En Estados Unidos acabamos de saber que ya
ha pasado. Un macroestudio reciente realizado en Israel muestra que incluso la
gente cuyo peso está dentro de la normalidad, pero en la parte alta, rozando el
sobrepeso, sin ser aún obesos, tiene un mayor riesgo de mortalidad
cardiovascular. La OMS asocia la obesidad con 15 tipos de cánceres. Eso tiene
un impacto en la calidad de vida. Por eso estamos haciendo el ensayo Predimed
Plus, para ver si con dieta mediterránea no solo se está más sano, sino también
más delgado.
¿La
obesidad es genética?
Es
hereditaria, porque las costumbres se pueden pasar de padres a hijos, pero el
componente genético no puede explicar la pandemia actual. En Harvard hicieron
un estudio muy interesante en 2012: tomaron 32 genes relacionados con la
obesidad y vieron qué pasaba cuando se tomaban bebidas azucaradas. Si no se
consumían refrescos azucarados, la genética no predecía nada. Es muy llamativo.
Solo en presencia de una dieta insana, la genética se relaciona con la obesidad.
Por supuesto, el papel de los padres es clave, y el de la escuela, los
profesionales sanitarios, los medios y la cultura del entretenimiento.
¿Hasta
dónde puede llegar la medicina preventiva?
Empecé
a formarme como cardiólogo, pero enseguida me di cuenta de que me gustaba
actuar antes, la epidemiología, los grandes números. En los noventa, la
medicina preventiva era insignificante en España. Ha ido ganando prestigio
gracias a la medicina basada en la evidencia científica. Antes el médico se
fiaba de su inspiración, de su ojo clínico, de su experiencia. Ahora hay
investigaciones que afirman que tras estudiar a 10.000 pacientes, esto es lo
que suele pasar. Ha cambiado el lenguaje de la medicina.
Se
solía decir que un buen médico era alguien mayor, con experiencia. Era una
visión subjetiva. Ahora tiene una base más objetivada, cuantificada, rigurosa,
científica, pero nunca debe faltar el afecto humano al paciente y la atención
personalizada.
¿No
podemos acabar obsesionándonos con la prevención?
La
gente confunde la medicina preventiva con los tratamientos precoces o los
chequeos. Pero lo principal es el estilo de vida y la dieta. La vida es simple,
al menos en teoría: no fumar, estar delgado, tener actividad física, comer sano
y controlar la presión arterial, el colesterol y la glucosa. Si se tienen bajo
control estas cosas, se reduce en un 76% la mortalidad cardiovascular.
Hoy
en día, con un simple análisis de sangre o saliva se puede pronosticar un
cáncer en una persona totalmente sana. Esa medicina preventiva tiene
aplicaciones que son habas contadas. Es muy poca gente la que puede
beneficiarse ahora mismo. No hay recursos. En cambio, comer más lentejas y
menos carne está al alcance de toda la población desde ya mismo.
Hay
un empeño en hacer que la gente viva muchos más años. La calidad de vida es
fundamental. Y mucha se pierde por las enfermedades neurodegenerativas. Estamos
investigando el efecto de la dieta mediterránea en demencias como el alzhéimer
y el párkinson y hemos empezado a ver que también es beneficioso. Calculo que
en un año se publicarán los resultados. Creo que va a ser un bombazo.
Creo que queda muy claro, fuera alimentos procesados, mas verdura y fruta y menos carne, y sobre todo moverse mucho mas.
Saludos.
Luis Perona.