sábado, 25 de marzo de 2017

Aceite del árbol del te.

Empiezo, aquí una serie de post cortos sobre remedios naturales, que seguro habéis escuchado alguna vez a amigos o familiares.

Voy a explicar que son y para que sirven.

El primero es el aceite del árbol del te
        
Este aceite tiene propiedades antiinflamatorias, analgésicas, y antisépticas, y destruye las bacterias, hongos y los virus.

        
Cuidado, hay que asegurarse de que el producto es 100%  aceite de melaleuca alternifolia, y que sea ecológico

        
¿Para que sirve?

Se utiliza a nivel tópico para casi todas las enfermedades de la piel, como el acné, las infección de la piel, herpes simple, el pie de atleta, forúnculos, magulladuras, quemaduras, irritaciones, cortes, caspa, picaduras de insectos, erupciones, piojos y verrugas. También puede usarse para la gingivitis y la vaginitis.

¿Cual es la dosis correcta?

Se hace un uso tópico sobre la piel, como aceite, gel o pomada. En los niños no se debe aplicar sobre la piel. No debe entrar en contacto con los ojos.

En enjuagues diluyendo unas cuantas gotas en agua y haciendo gárgaras.

Como inhalador, se echan unas gotas en el humidificador, también es muy bueno para lavar la ropa, se echan de 5 a 10 gotas en cada carga de lavado.


sábado, 18 de marzo de 2017

¿Como puedes comer eso?

En este post os dejo una entrevista a Christophe Brusset que ha escrito un libro con este titulo, la entrevista apareció en el diario EL PAIS de la semana pasada, no tiene desperdicio. Espero que os guste.

Todo empieza con unas hamburguesas de buey -gallego, donde apenas se da la cría de bueyes- que en realidad eran de carne de caballo al 100%. La investigación salta a los medios de comunicación y se propaga como la gripe por las redes sociales.

Christophe Brusset, ingeniero agroalimentario francés, de orígenes campesinos en la Provenza y afincado hoy en China, había soportado durante 20 años el silencio consentido de la industria alimentaria francesa e internacional en la que trabajó desde su licenciatura.

Tanto fraude, tanta contaminación, tanto daño para la salud de los consumidores, tanta mentira y porquería habrían podido sellar sus sentidos, pero la madurez y la distancia, toda vez en China -"el paraíso de la corrupción y el fraude", -, y su nueva ocupación, le animó a hablar. En un libro que es "un juicio sumarísimo a la industria alimentaria" de obligada lectura en nuestras casas, colegios, hospitales y restaurantes. ¡Cómo puedes comer eso! acaba de salir a la venta en España.

Las hamburguesas de la denuncia son un ínfimo ápice del iceberg de porquería que encubren las ininteligibles etiquetas del supermercado: caracoles de la Borgoña (criados en Chernóbil, vaciados y secados a la intemperie en Turquía, con la consecuente infestación de gusanos; lavadas estas conchas con sosa cáustica, vueltos a rellenar y añadida una pizca de mantequilla con perejil en Francia, luego etiqueta legal); queso fundido hecho con un 5% de origen (azul de Auvernia entre mil otros ejemplos) mezclado con agua, bloque de queso artificial (a base de leche termizada), mantequilla, proteína láctea, nata, leche en polvo, fosfato trisódico, citrato de sodio y ácido cítrico; guindilla y especias indias por doquier mezcladas y trituradas con excrementos, cadáveres y pelos de ratón; té ecológico de Ceilán aromatizado con cítrico al extracto de pesticidas cuestionados... ¿Bastan los ejemplos? Christophe Brusset examina la industria alimentaria, nosotros examinamos a Brusset.

¿Por qué decide romper su silencio, después de tantos años trabajando y colaborando en la industria alimentaria?
Quería contar aquello de lo que he sido testigo durante tanto tiempo, pero de haberlo hecho cuando trabajaba en la industria alimentaria francesa hubiera supuesto la pérdida inmediata de mi trabajo, además de ser incluido en la lista negra, persona non grata para el mercado, lo que ha ocurrido, claro.

Pero ahora, al vivir en Asia, es más fácil: esto es la ley de la selva. Tampoco estaba seguro de que los consumidores quisieran saber lo que se esconde detrás de los alimentos, pero el escándalo de la carne de caballo en la lasaña preparada me hizo pensar que sí, que es mucha la gente que quiere mejorar la situación. Para ellos escribí el libro. También mi evolución personal contribuyó a ello: me he casado, tengo hijos y soy más maduro, lo suficiente para hacer esta crítica positiva que pretende mejorar la salud.

Urge al consumidor a utilizar su poder para cambiar las cosas a la hora de elegir los productos que compra pero, ¿qué poder le queda al individuo si las etiquetas, según revela, son fraudulentas?
Es muy complicado, efectivamente. La industria y los supermercados, con la complicidad de las autoridades sanitarias, no quieren que el consumidor entienda las etiquetas y que continúe comprando sin saber qué es en realidad lo que se expone en las baldas del súper. Pero el individuo debe saber al menos que comprar teniendo en cuenta sólo el precio le llevará sin duda a consumir alimentos de peor calidad. Siempre. Hay que esforzarse por conseguir información, elegir productos sin aditivos o con los menos posibles, preferentemente orgánicos, locales y estacionales. Otra forma de defenderse es apoyar a las organizaciones de consumidores. Sí es posible presionar a la industria para que cambie.

¿No sería más sencillo advertir a las autoridades y presionar socialmente para que estas prácticas tan insalubres que denuncia sean prohibidas?
Las autoridades están bajo la influencia de unos cuantos poderosísimos lobbies de la alimentación existentes en cada país y, en el caso europeo, centralizados sobre Bruselas. Dada la actual y larguísima situación de debilidad económica, los grupos políticos actúan preferentemente a favor de la industria para promover la actividad de negocio y la creación de puestos de trabajo. La laxitud en torno a la inmensa lista de aditivos legales es un buen ejemplo de lo que digo, así como la débil normativa de etiquetado o las alusiones a la salubridad de lo que consumimos. Las autoridades sólo harían algo si las asociaciones de consumidores lograran presionarles suficientemente.


Y en toda esta cadena de impunidad, ¿los grandes grupos de supermercados serían los responsables últimos?
Estas cadenas son quienes monopolizan la situación, sí. Son un puñado de firmas que dominan a miles de pequeños y medianos productores imponiéndoles constantemente la reducción de costes y, por tanto, de calidad, porque es su única manera de atraer consumidores: «¡Compre aquí a mejor precio!». Es matemáticamente imposible mejorar la calidad de lo que comemos cuando el único factor a tener en cuenta es el precio. Pero creo que el responsable último no es este monopolio, sino las autoridades que lo permiten. Las cadenas comerciales buscan el beneficio, mientras que los gobiernos debieran ocuparse de proteger al ciudadano.

Explíqueme entonces, ¿por qué recomienda en su libro elegir las grandes marcas?
Quiero decir que lo mejor es elegir las marcas más valoradas en lugar de las blancas de supermercado. No es un asunto ideológico, sino la conclusión de mi experiencia. He trabajado durante más de 20 años en la producción de ambas: marcas propias y las que estas mismas industrias fabrican para las cadenas de supermercados, productos etiquetados con otro nombre que quieren parecerse al líder de mercado, pero que les obligan a reducir costes, lo que redunda en una cualidad que en poco se parece al original.

¿Podría señalar el más increíble caso de fraude alimentario?
Difícil elegir uno, pero tal vez el fraude a gran escala de la miel haya sido el que más me siga sorprendiendo. Las asociaciones de consumidores saben por sus estudios. Yo, por mi experiencia. Y las autoridades, por sus investigaciones. El 30% de la miel que se vende en los supermercados es fraudulenta, está mezclada con azúcar, cuando no es falsa al 100%. El nivel de equipamiento y conocimiento científicos que los chinos emplean para producir miles de toneladas de miel es absolutamente increíble. Tuve que visitar una factoría china exportadora de miel y juro que su laboratorio estaba mejor equipado que el del más avanzado de los hospitales que puedas imaginar. Una visión terrorífica.

¿Podría explicarnos de forma convincente por qué es beneficioso comprar productos de proximidad, además de la razón obvia de reducir las emisiones de dióxido de carbono?
R.- En países desarrollados, el nivel de calidad y seguridad de la producción es mucho mejor comparado con el de emergentes como China, India y otros. En Europa, los fabricantes no se arriesgan demasiado porque pueden ser multados y arruinar su reputación. No les compensa frente al margen de beneficios, mientras que en China, por ejemplo, están dispuestos a las peores prácticas, como demuestran todos los ejemplos descubiertos: recordemos el caso de la leche infantil al toque de melanina, que trascendió al mundo entero. Otra razón es que los productos locales necesitan menos química para su preservación que los transportados lejos y almacenados por largos períodos; además, son más frescos y proporcionan trabajo local.

¿Qué significa el término reciclaje en la jerga de la industria alimentaria?
Es el término empleado para el proceso de integrar producciones defectuosas en partidas nuevas sin perder costes. Cuando se dan cantidades no demasiado elevadas de producto caducado, podrido, contaminado por insectos o mal elaborado -los ejemplos son tan alarmantes que prefiero no especificar-, normalmente no se descarta, se recicla.

¿Y reenvasado?
Simplemente, cambiar la etiqueta por otra nueva, algo que suele hacerse para dar nueva vida a partidas de productos caducados. Es decir, una forma más de reciclar, mucho más común de lo imaginable y deseable, claro, y que pone en riesgo la salud del consumidor, sobre todo los más sensibles a reacciones alérgicas.

¿Y todo esto por qué? ¿Podré ir esta tarde al supermercado o más bien me dedicaré a tirar todo lo que tengo en la despensa?
Haría bien en revisar su despensa y, si va al supermercado, emplee el tiempo necesario en revisar y sospechar de las etiquetas, como si leyera entre líneas. Es tiempo que le gana a la vida y a la de su familia. Lo único que les interesa a los industriales y a las grandes superficies es su dinero; ¿acaso cree que les importa su felicidad, como dicen los anuncios?

¿Continúa siendo cómplice o a qué se dedica ahora?
No, ahora me dedico a la veterinaria, trabajamos por la salud de los animales domésticos empleando soluciones naturales.
¿Duerme mejor?
Definitivamente.

Ejemplos de timos alimentarios
1. Jamón a la carta La fábrica recibe del matadero cajas de plástico repletas de jamones, bastante pequeños, que se someten a "una acelerada sesión de culturismo: una inyección intramuscular a presión que contiene polifosfatos, proteínas de sangre y gelificantes; azúcar, glutamato, aromas y humo líquido; ascorbato de sodio y nitrito". Cada industrial tiene su propio cóctel que duplica el tamaño del producto, luego se retira corteza y piel, se mete el jamón en unos moldes para su cocción, se les añade alrededor una capa regular de la grasa antes retirada y, voilà, tendremos el jamón de corte perfecto, las lonchas homogéneas que compramos envasadas en el supermercado, las de calidad. Las de pizzas, san jacobos, etc., sufren un proceso mucho más contaminante, la llamada "mantequera".

2. Queso azul Otro de los ejemplos llamativos que recoge el libro ¡Cómo puedes comer eso! se refiere al queso azul de Auvernia o cualquier otro queso fundido. Receta: un 5% de queso de origen mezclado con agua, muchísima cantidad de agua, bloque de queso artificial (fabricado a base de leche termizada y extraída artificialmente), mantequilla, proteína láctea, nata, leche en polvo, fosfato trisódico, citrato de sodio y ácido cítrico. Y listo para untar. Si aún así el producto final resultara demasiado caro, el productor puede renunciar a la denominación oficial y, así, llegamos a ejemplos como el gratinado de queso cantal sin cantal o los raviolis con gruyer sin rastro de gruyer.

3. Té de Ceilán Habían comprado una gran partida de té ecológico de Ceilán a muy buen precio, que por supuesto no venía de Ceilán, dato que nadie debía conocer. Eso no fue lo peor, sino que cuando sometieron las bolsitas a análisis, encontraron dosis de tiabendazol, pirimetanil, carbendazima y otros pesticidas. ¿Cómo era posible en un té ecológico, si el pesticida no cae del cielo? La clave, como suele suceder, estaba en el olor a limón: "Los aromas se producen normalmente a través de técnicas que concentran los contaminantes utilizados al mismo tiempo que las moléculas aromáticas, es decir, que las gotas de extracto natural estarán al tiempo atiborradas de pesticidas, fungicidas y moléculas de tratamiento del cultivo del limón".

4. Miel que no es miel Las asociaciones de consumidores han estudiado, y las autoridades consienten, que el 30% de la miel que se vende en los supermercados sea fraudulenta: está mezclada con azúcar cuando no es falsa al 100%. "El nivel de equipamiento y conocimiento científicos que los chinos emplean para producir miles de toneladas de miel es absolutamente increíble. En cierta ocasión tuve que visitar una factoría china exportadora de miel y juro que su laboratorio estaba mejor equipado que el del más avanzado de los hospitales que puedas imaginar. Una visión terrorífica".

5. Caracoles de Borgoña Los caracoles de Borgoña son criados en los alrededores de Chernóbil y pasados por una planta de "transformación" que se encuentra en Turquía. "Olí la fábrica mucho antes de verla", escribe Brusset en el libro. En un patio de hormigón se apilaban montañas de más de tres metros de altura de conchas de caracol vacías, rodeadas de diversos insectos y, en los restos del intestino, gusanos blancos que se retorcían. Cuando el sol calcinaba los desechos sólidos y pútridos, las lavaban con sosa cáustica, las rellenaban con el caracol cocido y las enviaban con destino a Francia, donde les añadían una pizca de mantequilla con perejil. Con ese toque final, la etiqueta se convertía en absolutamente legal.


6. Las guindillas-¿Qué son estos granos?-"No son granos, es caca. Tenemos 100 toneladas de guindilla troceada que almacenaron mal en el origen. Las ratas y los ratones se pusieron las botas. Además de varios cadáveres, hemos encontrado pelos y caca por todas partes. En menos de una hora encontré una empresa poco mirada que trituraba las guindillas junto a todos aquellos restos podridos de roedor". La operación de lavado no fue un caso aislado, se reciben con frecuencia lotes de especias procedentes de Turquía o de Egipto que contienen excrementos de pájaros; o lotes de pimienta de China o India con caca de roedores, colillas y desechos varios que, toda vez triturados, tratados y diluidos se ajustaban perfectamente a la normativa.

viernes, 10 de marzo de 2017

En nuestra casa no se toma azúcar

Os dejo otro reportaje del diario EL PAIS, en este caso relacionado con el consumo de azucar.

Ananda, de tres años, fue estas Navidades a ver a Papa Noel y éste le extendió un caramelo. "No, no", rechazó el dulce la niña para sorpresa del personaje navideño. "No lo quiero, que tiene azúcar". Igualmente reacciona cuando sus vecinos de San Pedro de Alcántara (Málaga) le ofrecen golosinas: "Deme mejor una pieza de fruta”. Ananda no tiene diabetes ni otra enfermedad incompatible con el consumo de azúcar. Simplemente, sus padres, convencidos de que este producto es perjudicial para la salud, lo han eliminado radicalmente de su dieta y están educando también a sus dos hijos en la abstinencia.

"Creemos que es dañino, no es necesario en la alimentación, y queremos que nuestros hijos crezcan con la mayor capacidad de decisión posible, que tomar azúcar no sea un hábito adquirido que les hemos implantado", explica el padre, José Antonio Mena, español de 44 años, fisioterapeuta, casado con la sueca Jelena Bergdahl, profesora de Pilates y yoga y principal impulsora de esta cruzada familiar anti azúcar.

En casa son cuatro: el matrimonio, la citada Ananda y el pequeño Río, quien ya nació en un hogar sugar free puesto que tiene ocho meses y hace ya dos años y medio que en casa no se escucha un "pásame el azúcar”.

Seis meses sin probarlo va a cumplir la sevillana Beatriz Sánchez, 30 años, pintora, madre de los mellizos León y María (14 meses) y de Marta (cuatro años). "¿Que por qué decidí dejar el azúcar refinado? Tenía 30 años y a las 11 de la mañana ya tenía ganas de dormir otra vez. Me daban picos de glucosa, momentos de mucha energía y, de repente, sueño. '¡Esto no puede ser, tengo una casa con tres niños, tengo que tener más empuje!', me enfadaba. Comencé a investigar cómo alimentarme para tener más energía y descubrí que el azúcar no sólo no me la daba, sino que es un alimento vacío, que no aporta nada”.


Joaquín Barjau, valenciano de 34 años, doctorado en Química Orgánica, compagina los estudios de 4º de Medicina con su trabajo como profesor de Fisiopatología en una academia y la redacción del blog Medicinapreventiva.org, donde explica cómo hace dos años dejó el azúcar y anima a otros a seguir su ejemplo. 
“Leyendo sobre nutrición, sobre todo a científicos que hacían hincapié en la relación directa entre la nutrición y la salud, el famoso 'somos lo que comemos', me di cuenta de que el azúcar está relacionado directamente con muchas enfermedades: diabetes II, retinopatías, obesidad, cáncer... Y realmente es un alimento que no necesitamos. La industria del azúcar comenzó hace 200 años, antes no se consumía, ¿por qué tomarlo si es perjudicial?", dice.

Joaquín, la familia Mena, Beatriz y también Ana... Son parte de un fenómeno creciente: el de los españoles que están dejando de tomar azúcar refinado. Y esto quiere decir no sólo que tienen vacíos sus azucareros sino que evitan también consumir cualquier producto en cuya etiqueta figure la leyenda "con azúcar añadido”. Recientemente, una iniciativa de sinazucar.org mostraba gráficamente la cantidad de azúcar que contienen bebidas y alimentos que consumimos habitualmente y causaba sorpresa y desconcierto al difundirse, por ejemplo, que un refresco de tónica incluye siete terrones de azúcar o que una pizza lleva 4,5, algo que la mayor parte de la población parecía ignorar. Ellos sí lo sabían.


"Lo difícil es encontrar algo en el supermercado que no tenga azúcar añadido: la salsa de tomate y similares, el pan -el de molde era más evidente, pero hasta el de panadería, integral incluso-, todos los zumos... y en los productos para los niños es exagerado: toda la alimentación dirigida a un bebé menor de un año tiene azúcar", se queja Beatriz.

Así lo dejó Ana “Yo empecé eliminando el azúcar blanco tal cual, por ejemplo, el que utilizaba para el café o para hacer mi pastel preferido de naranja y chocolate. Las bebidas azucaradas y zumos industriales, aunque tampoco bebía muchos, los eliminé fulminantemente. Después me centré en la bollería y comida precocinada, algo que me supuso más dificultad. Y por último me informé de qué alimentos tienen un mayor índice glucémico, es decir, los que provocan grandes picos de insulina en nuestro organismo, y empecé a reducirlos". Esto lo escribía la valenciana Ana Vallet, 36 años, en su blog -Wellnessjuice.es- cuando llevaba un año sin tomar azúcar. Ya ha cumplido tres.

Tras el post recibió muchos mensajes de gente que pedía consejo para suprimirlo de su dieta también, y decidió plasmar su experiencia en el libro Adicción al azúcar. El método definitivo para vivir sin azúcar y ser libre. "Cuando comencé a decir que había dejado de tomar azúcar la gente me miraba un poco raro. '¿Por qué? Si no eres diabética, si estás delgada'. No lo entendían. Ahora personas de mi entorno que nunca se habían planteado dejarlo, me preguntan: 'Oye, ¿qué puedo hacer para tomar menos azúcar?'.

La sociedad está cada vez más concienciada porque los estudios son cada vez más contundentes”. Se refiere Ana a informes como el que difundió la OMS en marzo de 2015, en el que se relacionaba el excesivo consumo de azúcar con la obesidad y en el que España y el Reino Unido eran señalados como los países europeos que más azúcar consumen: 80 gramos por habitante y día, lo que supondría unos 2,4 kilos al mes y 29,2 kilos al año. (En octubre pasado la OCU divulgaba cifras aún más altas: 94 gramos por habitante y día, 34,3 kilos al año). La recomendación de la OMS es que el azúcar no supere el 10% de la ingesta calórica diaria, lo que, sobre una dieta de 2.000 calorías, supondría 50 gramos de azúcar al día. Una lata de refresco contiene 35.

"Tienes que dejarlo de modo gradual para no perder la cabeza porque, como el azúcar engancha, la abstinencia te produce una especie de mono. Los primeros días son bastante duros: dolores de cabeza, de repente te apetece tomar todo el azúcar del mundo, no piensas en otra cosa que en el azúcar... Creo que debe de ser similar a quitarse del tabaco. A partir de las dos semanas me empecé a encontrar mejor, dejé de sentir esa necesidad tan fuerte de azúcar. Y varias cosas buenas: yo padecía mucho de candidiasis [una infección vaginal por hongos] y eso desapareció; dejé de tomar pastillas para el dolor de cabeza, ya no tenía; la sensibilidad dental también se fue y quité la siesta porque no sentía sopor, no tenía picos de energía”. La que describe así su deshabituación del azúcar refinado es Beatriz. Similares sensaciones refieren el resto de participantes en este reportaje. "Han desaparecido las migrañas, siento el cuerpo más ligero, estoy más despierta...", asegura Jelena, quien sustituye el azúcar en las bebidas con productos como stevia y endulza sus magdalenas con plátanos maduros, coco rallado o dátiles.

"¿Es realmente tan perjudicial el azúcar?", preguntamos al dietista-nutricionista Juan Revenga: "Yo no voy a lanzar mensajes indulgentes sobre el azúcar", dice. "El discurso de la industria alimentaria de que es el motor de los músculos y el único combustible que usa el cerebro es una falacia. El azúcar la podemos obtener de alimentos que lo incorporan de forma original como la leche y fundamentalmente las frutas, verduras y hortalizas. ¿El azúcar refinada? Habría que usarla como si fuera una especia, en pequeñas cantidades y de vez en cuando”.

No le están gustando nada a la doctora Carmen Gómez Candela los "mensajes alarmistas" que últimamente se están difundiendo en torno al azúcar. "Se están escuchando disparates, comentarios de una falta de rigor científico y conocimiento sobre el tema constantes", dice la jefa de la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética del Hospital Universitario La Paz. "Los alimentos, todos, ni son buenos ni son malos, tienen sus características y su frecuencia y cantidad de consumo. El azúcar, también. En cantidades moderadas forma parte de una dieta saludable. La dosis que cada uno debe consumir es individual, depende de su estado de salud, de si tiene o no sobrepeso, de si hace actividad física... La OMS la establece en un 10% de las calorías", explica la especialista, convencida de que la mala prensa del azúcar se debe al abuso de los refrescos azucarados, que "deberían consumirse de modo ocasional”.


La familia Mena, Beatriz, Joaquín y Ana consumen azúcar, pero sólo la que contienen frutas, verduras y otros alimentos de modo natural. Ana se toma un helado azucarado una vez cada dos meses y el resto también se ha saltado excepcionalmente su dieta anti azúcar. Jelena, por ejemplo, en Navidades, cuando estuvo con su familia en Suecia y los invitaron a cenar. "Tomamos un poco de tarta y queso. El sabor era como si hubiese tomado alcohol, me sabía a fermentado. No noté nada en concreto, pero mi hija, al no estar habituada y ser tan pequeña, se aceleraba, parecía que tenía que correr tres kilómetros para tranquilizarse”. Difícil lo tiene Beatriz para mantener a su hija de 4 años alejada del azúcar. "Yo no compro batidos ni zumos, pero están en casa porque se los compran los abuelos. 'Como te quiero y has sido bueno, te compenso con azúcar'. Creo que esto deberíamos mirarlo a nivel educacional. No se debería enseñar que si uno se porta bien es premiado con algo que no debería darte si te quiero".

Como ves, el azúcar contiene calorías huecas que no te aportan nada y solo te quitan energía y te dan problemas. Por tanto de ti depende.

Saludos.

Luis Perona