Os paso otro articulo que apareció en prensa hace unas semanas y que nos hace pensar en como podemos regular nuestra flora bacteriana a fin de evitar enfermedades.
Ahora
mismo, en tu tripa, hay una comunidad de vecinos en ebullición. La conforman
millones de microbios que, como en todo bloque, también discuten, se pelean,
hacen frentes comunes y pugnan por ver quién tiene más poder en la escalera.
Aunque no lo creas, te interesa su actividad -y también su bienestar- porque lo
que hacen tiene un impacto directo sobre tu salud.
Cada
vez hay más datos que demuestran que la microbiota- esas bacterias, virus,
hongos y demás microorganismos que viven en nuestro cuerpo- cumple un rol
fundamental en el funcionamiento de muchos procesos fisiológicos y también en
la aparición de distintas enfermedades, como la diabetes, la obesidad, la
enfermedad inflamatoria intestinal o la celiaquía, entre otras.
Los
"inquilinos" de tu intestino pueden influir en tus posibilidades de
enfermar y también, tal y como acaban de demostrar dos artículos publicados en
la revista Science, determinar la efectividad de algunos tratamientos contra el
cáncer. Según sus datos, la respuesta a un tipo de inmunoterapia -concretamente
la que se basa en los inhibidores de PD-1, que espolean a las propias defensas
para que luchen contra el cáncer- se ve influenciada por el estado de la
microbiota. Si ésta se ha deteriorado por el efecto de los antibióticos, señala
el primero de los estudios, el efecto de la terapia cae. En cambio, si está
fortalecida con determinadas bacterias consideradas "buenas", los
resultados mejoran.
De
hecho, la presencia de una determinada bacteria (Akkermansia muciniphila) se ha
asociado en esta investigación con un efecto especialmente positivo. Su
presencia se detectó en el 69% de los enfermos que sí respondieron a la terapia
y, por el contrario, sólo en el 34% de los casos en los que no funcionó.
El
segundo de los trabajos, realizado en pacientes con melanoma -una de las
enfermedades donde más avances ha permitido la inmunoterapia-,demostró que
aquellos en cuya microbiota había abundancia de las bacterias Faecalibacterium
y Clostridiales tenían más posibilidades de responder al tratamiento y
experimentar una mayor supervivencia libre de progresión de la enfermedad. En
los casos en los que esas bacterias no eran tan comunes sucedía lo contrario;
el tratamiento no parecía surtir el efecto deseado.
Medicina
personalizada.
"Hace
tiempo que sabíamos que había pacientes que respondían peor a los tratamientos,
especialmente si habían recibido antibióticos hasta dos semanas antes de
iniciar la inmunoterapia, pero no se conocía cuál era la correlación. Ahora
estamos empezando a entender por qué ocurre esto", apunta Ignacio Gil
Bazo, codirector de Oncología Médica de la Clínica Universidad de Navarra,
quien subraya que "si somos capaces de reproducir el estímulo sobre el
sistema inmunitario que ejercen determinadas bacterias y modificarlo de forma
que facilite la lucha contra el cáncer, será un gran logro".
Esta
constatación de que un individuo puede responder o no a la inmunoterapia
dependiendo de la composición de la microbiota, señala por su parte José María
Ordovás, director del Laboratorio de Nutrición y Genética de la Universidad de
Tufts (EEUU), es un avance importante para alcanzar la tan ansiada medicina de
precisión.
"Tradicionalmente,
la medicina personalizada se ha basado en el genoma del paciente, pero ahora
sabemos que también hay que tener en cuenta los múltiples genomas de nuestra
microbiota. Y eso es una buena noticia porque, mientras que cambiar nuestro
genoma no es muy factible, sí que lo es cambiar la composición de la flora
intestinal a través de la nutrición o incluso trasplantes fecales que ya están
demostrando su eficacia", añade.
Aunque
lo que ocurre en el interior de nuestra tripa sigue siendo, en gran medida, un
gran desconocido, sí tenemos pistas de cómo conseguir que nuestra microbiota
tenga un perfil saludable. "Sabemos que una clave radica en la
diversidad", explica Francisco Guarner, director del Área de Digestivo del
Hospital Vall d'Hebron de Barcelona. Una presencia variada de microorganismos
se asocia con menos posibilidades de enfermar, sin embargo el modo de
vida occidental no contribuye en modo alguno a promover esa variedad.
"Las
dietas ancestrales promueven una diversidad mucho mayor que las dietas propias
de las sociedades urbanas actuales", añade Guarner, quien subraya que esto
se debe, principalmente, a que están basadas en el consumo de frutas y
vegetales y no en productos refinados y ultraprocesados.
"Lo
que aumenta la diversidad son sustancias que ingerimos pero que no se absorben,
como la fibra, porque estas son las que alimentan a las bacterias. Muchos
alimentos vegetales que no tienen poder alimenticio en sí mismos sí tienen un
gran valor porque nos ayudan a promover una microbiota diversa",
argumenta.
Además
de la dieta, en la formación de nuestra microbiota intervienen otros factores,
como la transmisión de microorganismos de padres a hijos (sobre todo en
procesos como el parto o la lactancia materna) o el consumo de antibióticos. El
uso y, sobre todo el abuso de estos fármacos, impacta directamente en la
distribución de los 'vecinos' de la microbiota y puede hacer que determinadas
especies, consideradas beneficiosas porque nos ayudan a la transformación y
metabolización de algunos nutrientes y contribuyen al bien común, pierdan poder
en beneficio de otros géneros menos 'amistosos' para nuestra salud.
Así,
bacterias como Clostridium difficile o Staphylococcus aureus, que están
presentes normalmente en el aparato digestivo, pueden hacernos enfermar si se
rompe el equilibrio que mantienen con otras formas de vida.
Según
explica José María Ordovás, el 90% de las bacterias del intestino son miembros
de dos familias, Bacteroidetes y Firmicutes. No se sabe mucho sobre su reparto
de poder, aunque sí se ha establecido, por ejemplo, que los sujetos con gran
sobrepeso tienen una representación mayor de los últimos en comparación con los
primeros. Determinados microorganismos podrían considerarse, por tanto,
marcadores de la obesidad y, en el horizonte, se plantea la posibilidad de que
pueda manipularse su abundancia y preponderancia con el objetivo de contribuir
a la regulación del peso.
Hay
muchos grupos trabajando ahora mismo para saber quiénes son y qué hacen esos
vecinos que tenemos en el intestino y de qué forma intervienen en este y otros
aspectos de nuestra salud, coinciden en señalar los expertos consultados.
"Se ha avanzado mucho, pero a día de hoy, si tomamos una muestra la
realidad es que sólo podemos identificar con nombre y apellidos a un 15% de los
microorganismos.
Al
85% lo describimos a nivel de familia", señala Francisco Guarner. Pese a
que queda mucho por hacer, el especialista está convencido de que, a corto
plazo, se harán estudios de microbiota en la práctica clínica para tratar de
predecir, por ejemplo, si un paciente responderá o no a un determinado
tratamiento o si hay más probabilidades de que se repitan los brotes de una
enfermedad. La tarea no es fácil, porque se estima que en la microbiota hay más
de ocho millones de genes, 300 veces más que en el ADN humano. El colon es, en
realidad, una de las comunidades microbianas más pobladas de la Tierra, la
superurbe de los gérmenes.
UN
KILO DE MICROBIOTA EN EL CUERPO
-Los
microorganismos que viven en nuestro organismo no sólo habitan el intestino.
También en la piel, la boca, o la vagina hay importantes comunidades
microbianas.
-Según
datos de la Academia Americana de Microbiología, en nuestro cuerpo hay tres
veces más células bacterianas que humanas.
-En
conjunto, el peso de la microbiota de un humano puede ser de más de un
kilogramo.
-Las
bacterias son los organismos que más se ha estudiado, pero el papel que cumplen
virus u hongos en el organismo también es importante.
-La
leche materna es una gran fuente de microorganismos beneficiosos para el
organismo humano.
Como ves, la microbiota o flora intestinal es clave en tu salud, cuídala dandole frutas y verduras y eliminando comida procesada.
Saludos.
Luis Perona