martes, 27 de febrero de 2018

Los 'inquilinos' de tu intestino influyen en tu salud

Os paso otro articulo que apareció en prensa hace unas semanas y que nos hace pensar en como podemos regular nuestra flora bacteriana a fin de evitar enfermedades.

Ahora mismo, en tu tripa, hay una comunidad de vecinos en ebullición. La conforman millones de microbios que, como en todo bloque, también discuten, se pelean, hacen frentes comunes y pugnan por ver quién tiene más poder en la escalera. Aunque no lo creas, te interesa su actividad -y también su bienestar- porque lo que hacen tiene un impacto directo sobre tu salud.


Cada vez hay más datos que demuestran que la microbiota- esas bacterias, virus, hongos y demás microorganismos que viven en nuestro cuerpo- cumple un rol fundamental en el funcionamiento de muchos procesos fisiológicos y también en la aparición de distintas enfermedades, como la diabetes, la obesidad, la enfermedad inflamatoria intestinal o la celiaquía, entre otras.

Los "inquilinos" de tu intestino pueden influir en tus posibilidades de enfermar y también, tal y como acaban de demostrar dos artículos publicados en la revista Science, determinar la efectividad de algunos tratamientos contra el cáncer. Según sus datos, la respuesta a un tipo de inmunoterapia -concretamente la que se basa en los inhibidores de PD-1, que espolean a las propias defensas para que luchen contra el cáncer- se ve influenciada por el estado de la microbiota. Si ésta se ha deteriorado por el efecto de los antibióticos, señala el primero de los estudios, el efecto de la terapia cae. En cambio, si está fortalecida con determinadas bacterias consideradas "buenas", los resultados mejoran.

De hecho, la presencia de una determinada bacteria (Akkermansia muciniphila) se ha asociado en esta investigación con un efecto especialmente positivo. Su presencia se detectó en el 69% de los enfermos que sí respondieron a la terapia y, por el contrario, sólo en el 34% de los casos en los que no funcionó.

El segundo de los trabajos, realizado en pacientes con melanoma -una de las enfermedades donde más avances ha permitido la inmunoterapia-,demostró que aquellos en cuya microbiota había abundancia de las bacterias Faecalibacterium y Clostridiales tenían más posibilidades de responder al tratamiento y experimentar una mayor supervivencia libre de progresión de la enfermedad. En los casos en los que esas bacterias no eran tan comunes sucedía lo contrario; el tratamiento no parecía surtir el efecto deseado.

Medicina personalizada.

"Hace tiempo que sabíamos que había pacientes que respondían peor a los tratamientos, especialmente si habían recibido antibióticos hasta dos semanas antes de iniciar la inmunoterapia, pero no se conocía cuál era la correlación. Ahora estamos empezando a entender por qué ocurre esto", apunta Ignacio Gil Bazo, codirector de Oncología Médica de la Clínica Universidad de Navarra, quien subraya que "si somos capaces de reproducir el estímulo sobre el sistema inmunitario que ejercen determinadas bacterias y modificarlo de forma que facilite la lucha contra el cáncer, será un gran logro".
Esta constatación de que un individuo puede responder o no a la inmunoterapia dependiendo de la composición de la microbiota, señala por su parte José María Ordovás, director del Laboratorio de Nutrición y Genética de la Universidad de Tufts (EEUU), es un avance importante para alcanzar la tan ansiada medicina de precisión.

"Tradicionalmente, la medicina personalizada se ha basado en el genoma del paciente, pero ahora sabemos que también hay que tener en cuenta los múltiples genomas de nuestra microbiota. Y eso es una buena noticia porque, mientras que cambiar nuestro genoma no es muy factible, sí que lo es cambiar la composición de la flora intestinal a través de la nutrición o incluso trasplantes fecales que ya están demostrando su eficacia", añade.

Aunque lo que ocurre en el interior de nuestra tripa sigue siendo, en gran medida, un gran desconocido, sí tenemos pistas de cómo conseguir que nuestra microbiota tenga un perfil saludable. "Sabemos que una clave radica en la diversidad", explica Francisco Guarner, director del Área de Digestivo del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona. Una presencia variada de microorganismos se asocia con menos posibilidades de enfermar, sin embargo el modo de vida occidental no contribuye en modo alguno a promover esa variedad.

"Las dietas ancestrales promueven una diversidad mucho mayor que las dietas propias de las sociedades urbanas actuales", añade Guarner, quien subraya que esto se debe, principalmente, a que están basadas en el consumo de frutas y vegetales y no en productos refinados y ultraprocesados.

"Lo que aumenta la diversidad son sustancias que ingerimos pero que no se absorben, como la fibra, porque estas son las que alimentan a las bacterias. Muchos alimentos vegetales que no tienen poder alimenticio en sí mismos sí tienen un gran valor porque nos ayudan a promover una microbiota diversa", argumenta.

Además de la dieta, en la formación de nuestra microbiota intervienen otros factores, como la transmisión de microorganismos de padres a hijos (sobre todo en procesos como el parto o la lactancia materna) o el consumo de antibióticos. El uso y, sobre todo el abuso de estos fármacos, impacta directamente en la distribución de los 'vecinos' de la microbiota y puede hacer que determinadas especies, consideradas beneficiosas porque nos ayudan a la transformación y metabolización de algunos nutrientes y contribuyen al bien común, pierdan poder en beneficio de otros géneros menos 'amistosos' para nuestra salud.

Así, bacterias como Clostridium difficile o Staphylococcus aureus, que están presentes normalmente en el aparato digestivo, pueden hacernos enfermar si se rompe el equilibrio que mantienen con otras formas de vida.

Según explica José María Ordovás, el 90% de las bacterias del intestino son miembros de dos familias, Bacteroidetes y Firmicutes. No se sabe mucho sobre su reparto de poder, aunque sí se ha establecido, por ejemplo, que los sujetos con gran sobrepeso tienen una representación mayor de los últimos en comparación con los primeros. Determinados microorganismos podrían considerarse, por tanto, marcadores de la obesidad y, en el horizonte, se plantea la posibilidad de que pueda manipularse su abundancia y preponderancia con el objetivo de contribuir a la regulación del peso.


Hay muchos grupos trabajando ahora mismo para saber quiénes son y qué hacen esos vecinos que tenemos en el intestino y de qué forma intervienen en este y otros aspectos de nuestra salud, coinciden en señalar los expertos consultados. "Se ha avanzado mucho, pero a día de hoy, si tomamos una muestra la realidad es que sólo podemos identificar con nombre y apellidos a un 15% de los microorganismos.

Al 85% lo describimos a nivel de familia", señala Francisco Guarner. Pese a que queda mucho por hacer, el especialista está convencido de que, a corto plazo, se harán estudios de microbiota en la práctica clínica para tratar de predecir, por ejemplo, si un paciente responderá o no a un determinado tratamiento o si hay más probabilidades de que se repitan los brotes de una enfermedad. La tarea no es fácil, porque se estima que en la microbiota hay más de ocho millones de genes, 300 veces más que en el ADN humano. El colon es, en realidad, una de las comunidades microbianas más pobladas de la Tierra, la superurbe de los gérmenes.

UN KILO DE MICROBIOTA EN EL CUERPO

-Los microorganismos que viven en nuestro organismo no sólo habitan el intestino. También en la piel, la boca, o la vagina hay importantes comunidades microbianas.

-Según datos de la Academia Americana de Microbiología, en nuestro cuerpo hay tres veces más células bacterianas que humanas.

-En conjunto, el peso de la microbiota de un humano puede ser de más de un kilogramo.

-Las bacterias son los organismos que más se ha estudiado, pero el papel que cumplen virus u hongos en el organismo también es importante.


-La leche materna es una gran fuente de microorganismos beneficiosos para el organismo humano.

Como ves, la microbiota o flora intestinal es clave en tu salud, cuídala dandole frutas y verduras y eliminando comida procesada.

Saludos. 

Luis Perona

miércoles, 7 de febrero de 2018

Omeprazol, para todo.

Una de las cosas que mas me sorprendió durante mi estancia en el hospital fue que me daban una pastilla de omeprazol antes de cada comida.

Yo preguntaba a los médicos para que me la daban, si a mi no me dolía el estomago.

La respuesta era siempre la misma, es el protocolo. 

¿Y ya esta?

Pero el protocolo será por algo, por si me dan medicación que me afecte al estomago o algo parecido. 

Pues no. Es el protocolo y punto.

Por tanto ante la falta de respuestas dejé de tomarlas, y como estaba sin ningún problema, nadie me pregunto si lo tomaba o no.

Me he encontrado con un montón de personas a las que les ha sucedido lo mismo, por tanto la pregunta es, ¿que consecuencias tiene el Omeprazol?

Un articulo del diario EL PAIS de esta semana lo comentaba. Aquí os lo dejo:

La introducción del omeprazol, a finales de la década de 1980, supuso un avance espectacular en el control de las enfermedades relacionadas con el ácido gástrico, en comparación con la cimetidina y la ranitidina, que eran los medicamentos que se estaban utilizando con este fin hasta entonces.

 El omeprazol es un potente supresor del ácido gástrico (inhibe hasta un 80% la secreción de ácido clorhídrico) que está indicado en el tratamiento (cicatrización) de la úlcera de estómago y duodeno; para contrarrestar el reflujo gastroesofágico (por ejemplo, cuando hay una hernia de hiato) y curar la esofagitis (inflamación, con o sin ulceraciones, de la mucosa de la porción inferior del esófago) secundaria al mismo; para erradicar o eliminar la infección por la bacteria Helicobacter pylori (en combinación con varios antibióticos), que está implicada en la mayor parte de las úlceras gástricas y duodenales, así como en el cáncer de estómago. También está indicado en un proceso muy raro que ocasiona una sobreproducción de ácido gástrico conocido como síndrome de Zollinger-Ellison (producido por un tumor llamado gastrinoma, localizado generalmente en el páncreas), y como gastroprotector, para prevenir la aparición de úlceras en el estómago y duodeno, y sus posibles complicaciones (hemorragia) en individuos que deben consumir aspirina (prevención cardiovascular o cerebrovascular) y/o antiinflamatorios no esteroideos (AINE), como el ibuprofeno o el naproxeno.


Estas son las situaciones y enfermedades digestivas en las que el uso del omeprazol, o alguno de sus derivados, es adecuado y está aceptado. Sin embargo, en la actualidad, el omeprazol está sobreprescrito en nuestro país: se considera que del 54% al 69% de las prescripciones son inadecuadas. Es el principio activo de mayor consumo, con un total de 54 millones de envases, que representan el 5,9% del total de envases facturados en 2015, según se recoge en el Informe Anual del Sistema Nacional de Salud 2016. Además, comparativamente con el resto de Europa, 85 personas de cada 1.000 están tomando omeprazol o un derivado diariamente en España, mientras que en Noruega son solo 30 de cada 1.000 y 27 de cada 1.000 en Italia, un 70% por encima de la media europea.

La consideración del omeprazol como un simple “protector” gástrico, sin prácticamente efectos adversos, ha disparado su utilización, en muchos casos sin una indicación clara, o por síntomas no asociados a una hipersecreción ácida.

El omeprazol y sus derivados, de forma general, se han considerado medicamentos seguros, con algunos efectos adversos, en su mayoría leves, como cefalea, estreñimiento, diarrea, dispepsia, erupciones cutáneas; y otros más raros, como la deficiencia de vitamina B12 y de magnesio; osteoporosis, con mayor riesgo de fracturas, y mayor riesgo de infecciones intestinales, todos ellos en pacientes que reciben alguno de estos preparados a largo plazo.

Desde hace algún tiempo, se ha sugerido que el uso de omeprazol a largo plazo aumenta el riesgo de que aparezcan lesiones gástricas premalignas, como pólipos, atrofia y metaplasia intestinal (transformación de la mucosa gástrica en otra de tipo intestinal), así como de cáncer de estómago.

Algunos estudios han demostrado que el riesgo de cáncer de estómago se incrementa hasta un 43% entre las personas que utilizan el omeprazol durante largo tiempo, si bien no se tuvo en cuenta el papel que podía jugar en ello la infección por Helicobacter pylori (se ha demostrado que la erradicación de esta bacteria reduce el riesgo de desarrollar cáncer gástrico, pese a lo cual una proporción considerable de estos individuos pueden continuar progresando a cáncer de estómago aún después de eliminarla).

Un estudio reciente, publicado el 31 de octubre de 2017 en la prestigiosa revista inglesa Gut, concluye que el uso de omeprazol (o derivados) a largo plazo se asocia con un riesgo de cáncer gástrico 2,4 veces mayor en sujetos en los que se había eliminado Helicobacter pylori (siendo aún mayor en aquellos que seguían teniendo la infección por aquel germen). El estudio también confirmaba que el riesgo de cáncer de estómago aumentaba con la dosis y duración del uso de este tipo de fármacos, y recomendaba que los médicos deberían (deberíamos) tener cuidado y rigor al recetar omeprazol a largo plazo a los pacientes, incluso en aquellos en los que se haya erradicado Helicobacter pylori.

La consideración del omeprazol como un simple “protector” gástrico, sin prácticamente efectos adversos, ha disparado su utilización, en muchos casos sin una indicación clara, o por síntomas no asociados a una hipersecreción ácida
En este orden de cosas, y pensando siempre en la seguridad de los pacientes, cada vez más se tiende a deprescribir el omeprazol, es decir, a reducir la dosis, suspenderlo o usar dosis "bajo demanda" en adultos que hayan completado un tiempo mínimo de 4 semanas con aquél como tratamiento de la acidez de estómago o del ardor (enfermedad por reflujo gastroesofágico) de intensidad leve a moderada cuyos síntomas ya estén resueltos, sin seguir a partir de entones con el medicamento. Con bastante frecuencia, esto no se suele hacer y el paciente puede continuar sine die con el omeprazol, sin ser ya necesario.

En pacientes que tienen un esófago de Barrett (condición en la cual el recubrimiento mucoso normal de la porción terminal del esófago es reemplazado por uno de características diferentes, similares al del estómago, que está producido por la exposición de esa porción de la mucosa al ácido gástrico, como consecuencia de un reflujo gastroesofágico prolongado), una esofagitis grave o antecedentes de una úlcera gastroduodenal que haya sangrado en algún momento, sí que se recomienda continuar con la protección que proporciona este fármaco.


En términos generales, los beneficios del tratamiento con omeprazol, tanto a corto como a largo plazo, superan los posibles riesgos o efectos secundarios, siempre y cuando la indicación clínica de su administración, la dosis y duración del tratamiento sean las adecuadas

Por tanto como tu salud solo le importa a ti, debes ser tu el que pregunte para que te prescriben un medicamento, y si la respuesta no te convence, tienes dos opciones o pides al medico que te lo explique bien o cambia de medico.

Tu salud es tuya y por tanto tu decides como cuidarla.

Saludos.

Luis Perona.