lunes, 25 de diciembre de 2017

La industria del azúcar lleva décadas manipulando la ciencia

Os paso otro articulo de prensa que indica como manipula los datos la industria de la comida procesada tal como lo hacia la del tabaco hace décadas, cada uno que saque sus conclusiones.


Durante la historia de la humanidad, morir de cáncer de pulmón era una verdadera rareza. Sin embargo, el consumo masivo de tabaco, que comenzó a finales del siglo XIX, causó una epidemia mundial. La relación entre el hábito de fumar y el cáncer comenzó a demostrarse en los 40 y a finales de los 50 las pruebas ya eran irrefutables. Sin embargo, en 1960 solo un tercio de los médicos de EE UU creían que el vínculo entre la enfermedad y el tabaquismo era real. A esa confusión de los médicos y la ciudadanía contribuyó también la ciencia. En 1954, Robert Hockett fue contratado por el Comité de Investigación de la Industria del Tabaco estadounidense para poner en duda la solidez de los estudios sobre el daño de los cigarrillos.

Pese a los esfuerzos de aquella industria, la acumulación de pruebas ha logrado que la conciencia sobre los peligros de fumar sea casi universal y que las campañas hayan reducido significativamente el número de fumadores.

Pero el negocio del tabaco no es el único que manipuló la ciencia para proteger sus beneficios. Como el tabaquismo, el consumo desmesurado de azúcar es un hábito enfermizo moderno.


Y aunque la conciencia sobre los daños del azúcar es algo mucho más reciente, parece que la propia industria era consciente de ellos desde hace mucho tiempo. De hecho, Hockett, antes de buscar la protección del tabaco a través de la confusión, había hecho lo mismo con el azúcar. Entonces, al no poder negar la relación entre sacarosa y caries, trataba de promover intervenciones de salud pública que redujesen daño del azúcar en lugar de restringir su consumo.

Compañías como Pepsi dejaron de financiar estudios al observar que podían demostrar el daño de sus productos

Esta semana, un equipo en el que participan Cristin Kearns y Stanton Glantz, investigadores de la Universidad de California en San Francisco conocidos por señalar los tejemanejes del negocio azucarero, ha recuperado antiguos documentos que muestran su forma de trabajar. Según explican en un artículo publicado en la revista PLOS Biology, la Sugar Research Foundation (SRF), conocida ahora como Sugar Association, financió en 1965 una revisión en el New England Journal of Medicine en la que se descartaban indicios que relacionaban el consumo de azúcar, los niveles de grasa en sangre y la enfermedad cardiaca. Esa misma fundación también realizó estudios en animales en 1970 para analizar esos vínculos. Sus resultados encontraron un mayor nivel de colesterol en ratas alimentadas con azúcar frente a otras alimentadas con almidón, una diferencia que atribuían a distintas reacciones de los microbios de su intestino. Cuando la SRF conoció los datos, que apuntaban a una relación entre el consumo de azúcar y la enfermedad cardiaca e incluso un mayor riesgo de cáncer de vejiga, detuvo las investigaciones y nunca publicó sus resultados.

Glatz y sus colegas comentan que este tipo de trabajo propagandístico, dirigido a sembrar dudas sobre cualquier relación entre el consumo de sacarosa y las enfermedades crónicas, continúa hoy. Como ejemplo citan una nota de prensa difundida por la Sugar Association en 2016 como respuesta a un estudio publicado en la revista Cancer Research. En ella, se ponían en duda los datos obtenidos por un equipo del Centro para el Cáncer MD Anderson de la Universidad de Texas en el que se observó en ratones que el consumo de azúcar favorecía el crecimiento de tumores y la metástasis.

Estrategias vigentes

Las estrategias de la industria azucarera del pasado continúan vigentes. Como cuando Hockett proponía paliar el impacto del consumo del azúcar en la caries sin reducir su consumo, hoy, compañías como Coca-Cola centran el foco en la necesidad de hacer ejercicio para reducir la obesidad dejando a un lado la de reducir el consumo de azúcar.

En una entrevista con El País, Dana Small, una científica de la Universidad de Yale que trabaja para entender la manera en que el entorno moderno, desde la alimentación a la contaminación, favorece la obesidad, comentaba su experiencia colaborando con Pepsi. Pese a que reconoce que los directivos de la compañía tenían buenas intenciones cuando comenzaron a financiar proyectos sobre alimentación y salud, cuenta que todo funcionó bien hasta que tuvieron “resultados que indicaban que sus productos podían estar haciendo daño”. No podían asumir que conocían los peligros de sus productos para la salud, porque esa información se podría utilizar contra ellos en futuras demandas. “Dejaron de financiarme la semana siguiente y a los científicos con los que estaba trabajando, les confiscaron los ordenadores”, relataba.


Glanz considera que la actitud de las asociaciones azucareras “cuestionan los estudios financiados por la industria del azúcar como una fuente fiable de información para la elaboración de políticas públicas”. Small, sin embargo, consideraba que la industria del azúcar y la de la alimentación en general es demasiado grande como para obviarla. En su opinión es necesario buscar formas para proteger este tipo de colaboración de tal manera que ambas partes puedan trabajar de forma honesta “sin tener que preocuparse por secretos comerciales o ser demandada”


Si las empresas de comida procesada, no quieren que se publiquen esos análisis, ¿por que crees que será? ¿por que les interesa tu salud, o sus beneficios?

Tu decides.

Saludos.

Luis Perona.

domingo, 10 de diciembre de 2017

La obesidad puede crear hasta 11 tipos de cáncer.

Hace unas semanas aparecía en prensa un informe sobre cáncer y obesidad, creo que puede ser muy útil, para todos los que no prestan mucha atención a su dieta.

El cáncer acaba con la vida de 7,6 millones de personas todos los años. El dato puede verse agravado por la epidemia de obesidad que avanza por el mundo si se tienen en cuenta los análisis que relacionan el sobrepeso con el desarrollo de tumores. El número de personas en todo el mundo que pesan más de lo recomendable se ha incrementado desde los 857 millones en 1980 a los 2.100 en 2013.


Una revisión publicada por el British Medical Journal trata de identificar los tipos de cáncer que están vinculados con más fuerza al cáncer eliminando sesgos que puedan provocar errores. Los autores, liderados por Maria Kyrgiou, investigadora del Imperial College London (Reino Unido), recordaban cómo un análisis de estudios mostró que, aunque se asume una fuerte correlación entre diabetes de tipo 2 y varios tumores, solo un 14% de las asociaciones estudiadas están sustentadas por evidencias sólidas.

En este caso, examinaron los resultados de 204 estudios ya publicados que estudiaban la relación entre obesidad, aumento de peso, circunferencia abdominal y 36 tipos de cáncer. Así, encontraron que hay 11 tipos de cáncer en los que las pruebas permiten afirmar con confianza que empeoran cuando se está obeso. Entre ellos están algunos de los más frecuentes como pecho, ovario, riñón, páncreas, colon, recto y médula. Completan la lista los de vías biliares, endometrio, mieloma múltiple y gástrico.

Los autores también calcularon el incremento en el riesgo por cada cinco kilogramos por metro cuadrado de aumento en el índice de masa corporal. Esa cifra iba del 9% para el cáncer de recto en hombres al 56% para el cáncer de vías biliares. También se observó que el riesgo de cáncer de endometrio crecía un 21% por cada 0,1% de aumento en el índice cintura cadera. En general, la relación entre obesidad y cáncer parecía mayor para los relacionados con el aparato digestivo y con la actividad hormonal en las mujeres.



En su conclusión, Kyrgiou y sus colegas incluyen que, ahora que la obesidad se está convirtiendo en uno de los mayores problemas de salud pública, los datos que ayuden a identificar los riesgos concretos del problema pueden servir para aplicar estrategias personalizadas para individuos con mayor riesgo de cáncer. Evitar ganar peso cuando se acerca la vejez y, en el mejor de los casos, reducir peso, puede ser una estrategia para reducir las probabilidades de sufrir cáncer.

Si quieres eliminar el riesgo de sufrir de cáncer, vigila tu dieta, toma mas verduras que carne y sobre todo nada de comida procesada o bebidas con azúcar.


Saludos.

Luis Perona


jueves, 30 de noviembre de 2017

Miguel Ángel Martínez-González, el sabio de la dieta mediterránea

Os dejo otra entrevista que apareció en prensa hace unos meses sobre la dieta mediterránea, creo que es muy interesante lo que dice uno de los mayores expertos, sacad vuestras propias conclusiones.

Es uno de los cerebros del mayor proyecto científico sobre dieta mediterránea, sus efectos en la salud y en la obesidad, la gran pandemia del siglo XXI.
Este catedrático de Salud Pública de la Universidad de Navarra, y desde junio también catedrático visitante de Harvard, es uno de los cerebros del ensayo Predimed, el más amplio realizado hasta ahora sobre los efectos de la dieta originaria del sur de Europa: el seguimiento de una cohorte integrada por 7.500 participantes reclutados en toda España durante una década ha demostrado que esta reduce en un 66% los problemas circulatorios, en un 30% los infartos e ictus y en un 68% el riesgo de cáncer de mama.

“EL PAN BLANCO ES UNO DE LOS PRINCIPALES PROBLEMAS QUE TENEMOS EN ESPAÑA. CUANDO YA SE TIENE SOBREPESO, ES UNA BOMBA”


Ya es un hecho científico: la dieta mediterránea es saludable. Entonces, ¿por qué hay tanto sobrepeso en España?

Mucha gente dice que conoce y sigue la dieta mediterránea. Pero la realidad es que las generaciones jóvenes han incorporado la norteamericana. Se come demasiada carne roja y procesada. No quiero decir que tengamos que hacernos vegetarianos. Pero la evidencia científica indica que, a medida que se aumenta el porcentaje de proteínas vegetales sobre las animales, se reduce brutalmente la mortalidad cardiovascular y por cáncer. La dieta mediterránea, sobre todo el consumo de aceite de oliva virgen extra, frutos secos, frutas, verduras y legumbres, es la mejor opción. Después, mejor comer pescado que carne y, esta, preferentemente de ave o conejo. También conviene reducir el consumo de azúcar y sal, y llevar una vida menos sedentaria. Usar más las escaleras y menos el ascensor.

¿Por qué a la gente le cuesta tanto adelgazar?

Primero, porque hay que tener mucha fuerza de voluntad para perder kilos y no volverlos a recuperar. Pero es que, además, cierta industria alimentaria ejerce gran presión para poner muchos alimentos a nuestra disposición a todas horas, a un coste muy barato y en grandes cantidades. ¿Qué es lo que está más al alcance en las estanterías de los supermercados? Alimentos ultra procesados, con gran densidad energética porque les han metido mucha grasa, azúcar y sal, a veces en contra de la naturaleza del producto, como pasa con el kétchup. ¿Qué tendrá que ver la salsa de tomate con él? Y se vende y consume en cantidades industriales. Además, las raciones grandes y baratas hinchan a la gente. Vivimos en una cultura de sobrealimentación. Deberían hacerse más fáciles las opciones más sanas.

El Gobierno acaba de anunciar la creación de una tasa que penaliza el consumo de bebidas carbonatadas. ¿Qué le parece?

Soy partidario de que se subvencionen el aceite de oliva virgen extra, las frutas y las verduras a base de gravar el consumo de carne roja y procesada, comida basura y bebidas azucaradas. Así se lanza un mensaje claro de qué es sano y qué no.

Hablaba antes del pan. ¿Es dieta mediterránea?

Hemos debatido mucho en torno a este tema. La conclusión a la que hemos llegado es que el pan blanco es uno de los problemas más graves que tenemos en España. La gran mayoría lo consume y, además, se hincha. Conviene saber que es fundamentalmente un almidón, y nuestro cuerpo es super eficiente transformando el almidón en azúcar. Es como tomar glucosa. Basta con poner un poco de miga en la boca, enseguida sabe dulce.

¿Y por qué se molesta la industria en quitar el grano entero? 

Porque las harinas refinadas aguantan mejor. Son muy útiles comercialmente, pero les quitan la parte más nutritiva y que permite que se absorban los azúcares más lentamente. Le estamos dando a la gente, con el pan blanco, un combustible de rápida absorción. Y eso, especialmente cuando ya se tiene sobrepeso, cierta resistencia a la insulina, es una bomba. Habría que consumir menos y, preferiblemente, integral.

“ALGUNAS EMPRESAS DE ALIMENTACIÓN HAN USADO TÁCTICAS SIMILARES A LAS QUE USÓ LA INDUSTRIA TABACALERA”

Proliferan ahora los libros sobre las diversas teorías de qué alimentos engordan más o menos. Que si las grasas no son tan malas como se pensaba y el azúcar es la razón de la epidemia de obesidad y diabetes… ¿Qué es peor, el azúcar o las grasas?

El azúcar es un gran problema. Se añade en grandes cantidades a los refrescos, zumos y productos envasados. Los niños se acostumbran a esos sabores extradulces y, claro, luego no quieren comerse una pera. Pero, por otra parte, está demostrado que la grasa saturada tiene un efecto negativo sobre la enfermedad cardiovascular. Tanto las grasas como el azúcar pueden ser problemáticos.


La industria dice que no hay que demonizar alimentos, que hay que comer de todo.

No se ha demostrado científicamente que comer una amplia variedad de alimentos sea mejor que restringir algunos. Pero, al productor de carne de vacuno, ¿qué le va a interesar decir? Pues que no hay que demonizar ningún alimento. La industria tiene muchos más recursos que las autoridades de salud pública para lanzar estos mensajes. Ha pasado antes. Algunas empresas de alimentación han usado tácticas similares a las que usó la industria tabacalera. Como pagar a científicos para que dijeran que el tabaco no perjudicaba la salud tanto como se creía. Se llegó a decir que los cánceres de pulmón incipientes producían el deseo de fumar para calmar el dolor. También se ha empleado dinero para desprestigiar a los epidemiólogos que trabajamos en nutrición.

¿Comparar la industria alimentaria con la del tabaco no es un poco desproporcionado?

Hace dos años se publicó un informe en PLoS Medicine con los documentos internos de la industria del azúcar de los años cincuenta y sesenta. Allí se constata que se sabía perfectamente que era la causa de la caries dental. En aquellos documentos internos se detalla cómo pagaron a científicos para que sembraran la duda sobre todo lo que pudiera perjudicarlos. Los expertos en marketing que aconsejaban a las empresas azucareras fueron contratados después por las del tabaco, que imitaron estas estrategias. Por otra parte, sí es destacable que en los últimos años ha habido movimientos responsables dentro de la propia industria alimentaria para retirar las grasas trans [las más dañinas] de sus productos, usar edulcorantes que no sean calóricos y reducir el contenido de sal.

La obesidad es ya una epidemia de alcance global. Es la gran pandemia del siglo XXI, y va a provocar el hecho insólito de que en las sociedades desarrolladas retrocedamos en expectativa de vida. En Estados Unidos acabamos de saber que ya ha pasado. Un macroestudio reciente realizado en Israel muestra que incluso la gente cuyo peso está dentro de la normalidad, pero en la parte alta, rozando el sobrepeso, sin ser aún obesos, tiene un mayor riesgo de mortalidad cardiovascular. La OMS asocia la obesidad con 15 tipos de cánceres. Eso tiene un impacto en la calidad de vida. Por eso estamos haciendo el ensayo Predimed Plus, para ver si con dieta mediterránea no solo se está más sano, sino también más delgado.


¿La obesidad es genética?

Es hereditaria, porque las costumbres se pueden pasar de padres a hijos, pero el componente genético no puede explicar la pandemia actual. En Harvard hicieron un estudio muy interesante en 2012: tomaron 32 genes relacionados con la obesidad y vieron qué pasaba cuando se tomaban bebidas azucaradas. Si no se consumían refrescos azucarados, la genética no predecía nada. Es muy llamativo. Solo en presencia de una dieta insana, la genética se relaciona con la obesidad. Por supuesto, el papel de los padres es clave, y el de la escuela, los profesionales sanitarios, los medios y la cultura del entretenimiento.

¿Hasta dónde puede llegar la medicina preventiva?

Empecé a formarme como cardiólogo, pero enseguida me di cuenta de que me gustaba actuar antes, la epidemiología, los grandes números. En los noventa, la medicina preventiva era insignificante en España. Ha ido ganando prestigio gracias a la medicina basada en la evidencia científica. Antes el médico se fiaba de su inspiración, de su ojo clínico, de su experiencia. Ahora hay investigaciones que afirman que tras estudiar a 10.000 pacientes, esto es lo que suele pasar. Ha cambiado el lenguaje de la medicina.

Se solía decir que un buen médico era alguien mayor, con experiencia. Era una visión subjetiva. Ahora tiene una base más objetivada, cuantificada, rigurosa, científica, pero nunca debe faltar el afecto humano al paciente y la atención personalizada.

¿No podemos acabar obsesionándonos con la prevención?

La gente confunde la medicina preventiva con los tratamientos precoces o los chequeos. Pero lo principal es el estilo de vida y la dieta. La vida es simple, al menos en teoría: no fumar, estar delgado, tener actividad física, comer sano y controlar la presión arterial, el colesterol y la glucosa. Si se tienen bajo control estas cosas, se reduce en un 76% la mortalidad cardiovascular.


Hoy en día, con un simple análisis de sangre o saliva se puede pronosticar un cáncer en una persona totalmente sana. Esa medicina preventiva tiene aplicaciones que son habas contadas. Es muy poca gente la que puede beneficiarse ahora mismo. No hay recursos. En cambio, comer más lentejas y menos carne está al alcance de toda la población desde ya mismo.


Hay un empeño en hacer que la gente viva muchos más años. La calidad de vida es fundamental. Y mucha se pierde por las enfermedades neurodegenerativas. Estamos investigando el efecto de la dieta mediterránea en demencias como el alzhéimer y el párkinson y hemos empezado a ver que también es beneficioso. Calculo que en un año se publicarán los resultados. Creo que va a ser un bombazo.

Creo que queda muy claro, fuera alimentos procesados, mas verdura y fruta y menos carne, y sobre todo moverse mucho mas. 

Saludos.

Luis Perona.

domingo, 19 de noviembre de 2017

Carne roja y leche de vaca, diana de los nuevos estudios contra el cáncer

Os dejo otra entrevista que aparecía en prensa hace unas semanas. De nuevo advierte sobre el aumento de ciertos tipos de cáncer entre las personas que consumen carne roja y leche.

Quizás sea otra prueba de que tal como se alimenta el ganado con esteroides y antibióticos para que engorden rápidamente y sean rentables, nos estén contaminando a todos. 

Analízalo y decide.


En 2008, el científico y médico alemán Harald zur Hausen (Gelsenkirchen, 1936) obtuvo el Premio Nobel de Medicina tras descubrir que las infecciones víricas, bacterianas y hasta los parásitos pueden generar tumores. En concreto, mostró que los pacientes con el virus del papiloma humano son más propensos a desarrollar cánceres de cuello de útero o cervical, muchos de los cuales aparecen en estadios tardíos de la vida. Y creó una vacuna –en el mercado desde 2006–, cuyo método defiende con tenacidad.


“Hoy día estimamos que cerca del 21% de los casos puede relacionarse con infecciones”, calcula Zur Hausen, que recaló en Madrid en septiembre por el Día Mundial de la Investigación en Cáncer. Lleva más de 50 años trabajando en este tema, pero ahora sus investigaciones apuntan a la alimentación. “El consumo de carne vacuna es un factor de riesgo elevado para el cáncer del colon”, revela. En Japón y Corea del Sur se registran las tasas más altas de incidencias, mientras que en India, las más bajas, porque no la comen, señala a modo de ejemplo. E influye de forma moderada en el de mama, pulmón y próstata.


Pero, además de la carne, la leche es otro agente viral que puede aumentar las probabilidades de aparición de células malignas o de enfermedades degenerativas como la esclerosis múltiple y el párkinson. Incluso, se ha observado que personas con intolerancia a la lactosa tienen un 45% menos de riesgo de desarrollar tumores, según informes suecos, cita el científico durante su conferencia Perspectivas en la prevención del cáncer y enfermedades crónicas, en Matadero Madrid, organizado por el CNIO, La Sexta y Fundación Axa.


Sospechamos que nuestro ganado es un factor de riesgo para los humanos. Los datos epidemiológicos sugieren la importancia de seguir investigando tanto en las infecciones como en la alimentación, que pueden estar relacionadas con otros cánceres o patologías que aún desconocemos”, opina. Por eso su insistencia en la vacunación, incluida la del ganado, como “el método más efectivo de protección y de reducción de costes”, y ser cuidadosos durante la lactancia.

Prevención
La prevención es su mantra. “No hemos hecho lo suficiente. Prevenir es mejor que curar, actuando en las poblaciones más jóvenes”, afirma. Lo primero, “terminar con los hábitos dañinos”: el alcohol, el tabaco, la obesidad. Segundo, la detección temprana de las células cancerígenas. “La incidencia puede reducirse entre el 70% y el 80% si se hace bien”, cree. Tercero, la eliminación y control de las infecciones, como las de hepatitis B o VIH, a través de modos terapéuticos o vacunas.

 “Vemos una reducción de la mortalidad por los avances tecnológicos y en el tratamiento; hoy día más del 50% de los pacientes se cura. Pero no erradicaremos el cáncer, porque no hemos hecho lo suficiente para prevenirlo. Sí estamos en el camino de reducir su incidencia”, sentencia. De ahí que critique el “deplorable gasto sanitario” por parte de los Gobiernos europeos: el 3% en Alemania –ilustra–, y menor en la mayoría de los países de la zona. “No hay formación suficiente ni conciencia sobre la prevención, más necesarias hoy en la obesidad, que aumenta globalmente, y el alcohol”, enfatiza.

Como ves la prevención es el primer factor, si previenes evitas la posibilidad. Tu decides 

Saludos.
Luis Perona