En
este post os cuento lo que aparecía esta semana en el diario EL PAIS respecto a
la cúrcuma.
Le llaman el azafrán de Oriente y de un
tiempo a esta parte se puede encontrar en cualquier lado. Desde grandes
superficies hasta herbolarios.
Cada vez son más los que apuestan por la
cúrcuma, una planta herbácea de la familia de zingiberácea -hermana del jengibre-,
nativa del suroeste de la India y a la que muchos profesionales describen como
un "ibuprofeno natural". "Debido a los cucuminoides, la planta
reúne propiedades antiinflamatorias", asegura Terica Uriol, licenciada en
Ciencia y Tecnología de los Alimentos y directora del centro de nutrición y
dietética con el mismo nombre.
"Este componente inhibe la producción
de prostaglandinas inflamatorias [sustancias que estimulan las terminales
nerviosas del dolor] y convierte a la cúrcuma en una planta incluso más
efectiva que algunos medicamentos antiinflamatorios", señala la
profesional. Por eso, Uriol recomienda una pequeña dosis diaria de esta
zingiberácea a personas con artritis, colon irritable, afección de muelas o
dolor menstrual, entre otras dolencias.
Al cocinar la planta más de 15 minutos, sus
propiedades desaparecen en un 80%. Los expertos recomiendan añadirla al plato
una vez finalizada la cocción
Patricia Yárnoz, dietista -clínico en la
clínica de la Universidad de Navarra va más allá. Según esta experta, la
curcumina refuerza la reparación del ADN.
"Numerosos estudios apuntan a que este
alimento puede ser una alternativa económica para aquellos países en vías de
desarrollo que traten de paliar el efecto nocivo del arsénico en poblaciones
expuestas a este tóxico", asegura la profesional.
Estos profesionales, que han reunido
estudios internacionales llevados a cabo durante 30 años, destacan de la
cúrcuma "su actividad antibacteriana, antifúngica y antiparasitaria".
Además, según ellos, las propiedades de esta planta frente a procesos de
inflamación, granulación o remodelación de los tejidos convierten a la
zingiberácea en un "tratamiento efectivo para la cicatrización".
Milagro para el hígado.
Una de las principales propiedades de los
extractos de la cúrcuma y de la curcumina es su actividad hepatoprotectora. El
estudio A review of plants used in the treatment of liver disease, de Luper S.,
científico estadounidense del Southwest College of Naturopathic Medicine, ha
demostrado que el azafrán de Oriente "induce la contracción de la vesícula
biliar y previene la formación del colesterol en la bilis de los ratones".
Con esta línea coincide Uriol: "Al
aumentar los antioxidantes del organismo, los fabricados por el ser humano, la
cúrcuma favorece la desintoxicación del hígado, un vaciado de la vesícula
biliar y, por tanto, mejora la digestión y elimina los gases". Así,
pacientes con un cuadro de hepatitis, de insuficiencia biliar, de fibrosis, de
hígado graso o de colesterol mejorarían al tomar una pequeña dosis de cúrcuma
todos los días. Si bien es cierto que las últimas investigaciones empiezan a
ver en esta planta un antídoto contra ciertos tipos de tumores, lo único que se
ha demostrado en ratones es que, a largo plazo, "un uso cotidiano de la
cúrcuma repara los daños causados por la quimioterapia y otros medicamentos
usados para curar cánceres de hígado, duodeno y piel", incide Uriol.
En la cocina pese a que la planta tiene un
metro de altura, de la cúrcuma sólo se usa la raíz molida. Ésta se emplea en la
cocina como especia y sirve para dar a los platos sabor -apenas perceptible, un
tanto amargo- y color -amarillo-naranja-. Prácticamente, se puede combinar con
cualquier receta.
Por ejemplo, Uriol recomienda añadir cúrcuma
a legumbres, a cremas de verduras, a sopas, a salsas o a arroces a modo de
colorante. "Lo mejor es mezclarla con pimienta negra. Este alimento impide
la degradación de los cucuminoides en el intestino, por lo que se absorben en
mayor cantidad", aconseja la experta. Eso sí, la nutricionista advierte:
si se cuece durante más de 15 minutos, desaparecen sus principios activos en un
80%. De ahí que lo ideal sea aplicarla justo al final de la cocción y una vez
apagado el fuego.
Saludos.
Luis
Perona.
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