Os traigo otro artículo que apareció en el diario EL PAIS hace unos días, creo que no tiene desperdicio.
"Uno
de los tópicos más repetidos de la alimentación dice que "hay que comer de
todo, con moderación". Es falso: introducir muchos productos del
supermercado en nuestra dieta la hará probablemente más insana.
El
dato no puede ser más elocuente: según el Libro blanco de la nutrición en
España, nuestras abuelas contaban con algo menos de un centenar de alimentos
para preparar sus menús diarios, mientras que actualmente los consumidores nos
enfrentamos a más de 30.000 productos distintos. Muchos de ellos son tanteos de
los fabricantes que no cuajan y desaparecen en poco tiempo, pero son legión los
que terminan por sustituirlos, como si la industria fuera una especie de Hidra
de Lerna, a la que cada vez que se le corta una de sus cabezas le salen dos.
Cada
día y cada año que pasa, esa gran familia de productos alimenticios se ve
grotescamente incrementada: desaparecen 50 pero surgen 100 nuevos. En este
contexto, lo de comer de todo o de forma equilibrada es, volviendo a la
mitología, una quimera. Y además, no es sano, porque ante este panorama aquello
de "comer un poco de todo" o dando su correspondiente espacio a tanto
producto superfluo solo puede catalogarse como un error garrafal.
¿Por
qué? Porque la inmensa mayoría de esos productos tienen un pésimo perfil
nutricional. Es cierto que disponemos de mucha más oferta que hace años, pero
es una muy mala oferta, nada conveniente para nuestros objetivos de salud, dada
la riqueza de esos productos en azúcares añadidos, sal y grasas malas
(saturadas y trans).
Comer
de todo un poco: error mítico
Nuestro
imaginario popular es especialmente rico en frases complacientes relativas al
cuánto y cómo comer: que si "hay que comer un poco de todo y un mucho de
nada", o "de todo pero en plato pequeño", que si "la clave
está en la diversidad", etcétera. ¿Serán recomendables todas estas máximas
dietéticas? Pues precisamente para poner de relieve si es mejor comer de todo
pero moderadamente, y si las personas que así lo hacen siguen mejores patrones
dietéticos que quienes comen de forma más monótona, se realizó este revelador
estudio Everything in moderation – dietary diversity and quality, central
obesity and risk of diabetes (De todo con moderación; diversidad y calidad
dietética, obesidad central y riesgo de padecer diabetes).
Resultó
que no. A día de hoy, y tras seguir los estilos de alimentación de más de 7.000
adultos durante 10 años –y sus riesgos de padecer determinadas enfermedades
relacionadas con la dieta–, este estudio contrastó que ni de lejos una mayor
diversidad se asociaba a mejores hábitos alimenticios, y que además tales
hábitos tenían su correspondiente reflejo en los indicadores de salud.
El
trabajo en cuestión observó que:
Las
dietas de mayor calidad en base a su perfil nutricional fueron las más
monótonas. De hecho, cuanto mayor era la diversidad observada, la calidad
dietética era menor.
El
seguimiento de dietas monótonas se asoció con una reducción del 25% en el
riesgo de padecer diabetes tipo 2, en contraposición a aquellas dietas más
variadas y que eran nutricionalmente más pobres.
La
población de personas que seguía una dieta más variada vio incrementado su
cintura un 120% en el periodo de 10 años de observación, por encima de aquellos
que tenían dietas más monótonas.
Para
interpretar de forma adecuada estos resultados, quizá convenga echar un vistazo
a otro estudio anterior. En él también se identificó el consumo de una mayor
variedad de alimentos con mayores ingestas de energía que se terminaban
traduciendo en una mayor adiposidad. La clave era la naturaleza de dicha
variedad: las dietas variadas basadas en dulces, refrescos, comida rápida,
galletas, cereales, aperitivos e hidratos de carbono simples, acompañada de una
dieta monótona en lo que a alimentos frescos de origen vegetal se refiere,
promueve el exceso de calorías y a largo plazo la acumulación de grasa
corporal.
Con
todos los argumentos anteriores es más fácil entender el mensaje central de
este artículo. La planificación de nuestra dieta ha de estar claramente desequilibrada
hacia dos tendencias concretas:
La
primera: causando un claro desequilibrio entre alimentos frescos (muy
presentes) y alimentos procesados (cuanto menos presentes mejor). Para ello,
piensa en esa “escasa” variedad de alimentos que imaginamos se usaban hace 60 o
70 años. Es decir, identifica más o menos esa casi centena de alimentos
mencionada en las primeras líneas de este artículo y aparta, rechaza y elimina los
cerca de 29.900 productos alimenticios restantes.
Y la
segunda: la presencia de alimentos vegetales frescos (típicamente frutas,
verduras y hortalizas) ha de ser desequilibrada en volumen frente el resto de
alimentos que ya habías seleccionado. Olvídate por tanto de las anticuadas y
obsoletas recomendaciones aportadas por la conocida como ‘pirámide de la
alimentación saludable’ y súmate a las nuevas estrategias basadas en la
evidencia para hacer llegar a los consumidores los mejores consejos a través de
una guía alimentaria. En mi opinión, la mejor es la del Plato de la Alimentación
Saludable de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard. Según
esta guía (y varias otras), la mitad de nuestra ingesta diaria ha de venir de
alimentos frescos de origen vegetal.
El
mensaje de que ‘hay que comer de todo” podría tener cierto sentido en otra
época, en otras circunstancias, cuando precisamente ese “todo” incluía
exclusivamente alimentos frescos y de temporada.
El
comer de todo o de toda la oferta alimentaria actualmente existente –aunque
fuera con moderación– sería de locos ya que siguiendo esa máxima lo único que
se conseguiría es un estilo alimentario con una calidad deplorable (y así
estamos, claro).
A
pesar de ello el mensaje se sigue utilizando, sobre todo por parte de aquellos
a los que les interesa que compres sus productos hiperazucarados, ultragrasos o
megasalados: características que cumplen, de una en una o todas juntas, la
mayor parte de los productos procesados. Con ello los productores tratan de
generar un sentimiento de indulgencia en el consumidor que, al final, ha oído
desde su más tierna infancia este tipo de frases buenrollistas que además
suelen carecer de contenido útil.
Visto
esto, lo más sensato en mi opinión es recomendar una dieta desequilibrada, en
la que se primen primero los productos frescos en general y después los
vegetales frente a todo lo demás".
Espero que os haya gustado.
Saludos.
Luis Perona
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