Os dejo un articulo que apareció hace unas semanas y que incide en el tema del azúcar y las enfermedades relacionadas.
Entre
todas las bacterias conocidas, hay una que hace honor a su nombre por razones
que ni siquiera sospecharon sus descubridores. En 1935, Elizabeth O’Tool e Ivan
Hall, de la Universidad de Colorado (EE UU), estaban investigando cómo las
bacterias colonizan los intestinos de los bebés pocas horas después de nacer.
En las heces de un recién nacido se toparon con un microbio alargado y
cabezón, con forma de cerilla. Fue muy complicado aislarlo y criarlo en el
laboratorio, de ahí su nombre, Clostridium difficile.
En
la actualidad, lo difícil es librarse de este patógeno, especialmente en los
hospitales. Como descubrieron O’Tool y Hall, C. difficile coloniza los
intestinos y produce diarreas severas que, en los pacientes más debilitados,
pueden causar serias complicaciones de salud e incluso la muerte. A principios
de la década de 2000 emergieron variantes especialmente virulentas de estas
bacterias. Su incidencia ha aumentado desde entonces en Europa y EE UU hasta
convertirse en la principal causa de diarrea asociada al consumo de
antibióticos y ser responsable de casi el 50% de las infecciones intestinales
en hospitales en la UE. Una de las explicaciones de este problema sanitario es
la aparición de variantes resistentes a algunos antibióticos. Pero en la
naturaleza es raro que un evento así tenga una sola explicación, así que
debe haber otras razones por las que la C. difficile se ha vuelto tan
insidiosa, aunque la dificultad para estudiarla en el laboratorio sigue
dificultando identificarlas.
Un
estudio publicado en Nature apunta a otra posible razón, el azúcar añadido
de los alimentos. Los investigadores han analizado el genoma de dos variantes
muy virulentas de esta bacteria a las que se achacan muchas epidemias
hospitalarias. Ambas surgieron en Norteamérica entre 2000 y 2003. Las dos, demuestra
ahora el nuevo estudio, han desarrollado sus propios mecanismos genéticos para
alimentarse de trehalosa, un tipo de azúcar que se usa como aditivo en la
pasta, el helado o la carne picada, cuando le faltan otras fuentes de
nutrientes. Todas las C. difficile florecen si se las alimenta con glucosa pero
cuando se pasa a trehalosa, solo la variante epidémica sobrevive.
Los
investigadores, liderados por Robert Britton, del Colegio de Medicina Baylor
(EE UU), criaron ratones cuyas colonias de bacterias intestinales emulan las
humanas. Una dieta con niveles de trehalosa similar a la que consumiría un
humano hace que las infecciones se vuelvan más letales en los animales,
triplicando su riesgo de muerte. Los investigadores han demostrado que la
trehalosa no hace que las bacterias se multipliquen más, pero sí que
produzcan más toxinas que pueden exacerbar la infección.
Hasta
2000, el uso de la trehalosa en EE UU y Europa fue testimonial. Producir un
solo kilo de este disacárido costaba unos 700 dólares. Después de esa fecha,
un nuevo método de producción de este aditivo usando enzimas bajó el precio
a unos tres dólares por kilo. EE UU y Europa aprobaron el consumo de este ingrediente
en 2000 y 2001, respectivamente. La expansión de esta variante de azúcar en
la industria alimentaria coincidió con la aparición de las variantes más
peligrosas de clostridium y el aumento de complicaciones en pacientes. “La
implementación de la trehalosa como aditivo en alimentos poco después de la
emergencia de las dos variantes epidémicas ayudó a su aparición y
contribuyó a su hipervirulencia”, escriben los autores del trabajo.
Varios
expertos coinciden en que aún quedan preguntas por responder para demostrar la
tesis de estos investigadores, aunque reconocen que las pruebas que presentan
son sólidas. Habría que confirmar la conexión entre el consumo de este
azúcar, la producción de toxinas por parte de la C. difficile y una mayor
mortalidad en humanos. También que suficiente trehalosa llega sin descomponer
hasta el colon para que las bacterias se alimenten de ella y ocasionen una
infección. “A pesar de esto, las correlaciones encontradas por el equipo de Collins
son convincentes”, opina Jimmy Ballard, microbiólogo de la Universidad de
Ciencias de la Salud de Oklahoma.
“Este
estudio aporta un buen ejemplo de cómo cambios introducidos por los humanos,
en este caso los aditivos de la comida, pueden tener consecuencias imprevistas
relacionadas con la aparición y la expansión global de agentes infecciosos”,
resalta Brendan Wren, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres,
en declaraciones para Science Media Centre.
Como ves, el no saber que comes, trae problemas por eso mira las etiquetas de los productos y si es posible no consumas alimentos procesados
Saludos
Luis Perona.
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